PERSONAS ÚNICAS, LIBRES E IGUALES

07.03.2016 14:32

Esta mañana he escuchado en la radio, y posteriormente he podido corroborar en redes sociales, una noticia sobre la igualdad que me ha dejado un tanto fría. Los semáforos de la ciudad de Valencia se han convertido en semáforos “paritarios”. ¿Qué significa esto?, pues que no solo veremos al típico muñequito que indica si podemos o no cruzar la calle, sino que ahora veremos muñequito (como hasta ahora) y muñequita (la figura con falda).

Cuando he oído semejante noticia, me han venido a la mente los muchos y variados problemas relacionados con la igualdad que tienen mucha mayor entidad y peores consecuencias que la paridad en los semáforos, y que todavía están pendientes de resolución.

Por empezar por alguna parte, me viene a la mente la limitadísima cobertura del permiso de maternidad, reducido a 16 semanas y el todavía más famélico permiso de paternidad (15 días), cuando en otros países de Europa encontramos permisos (retribuidos) de maternidad de hasta 21 y 24 meses.

Por seguir, también pienso en la burocracia para cambiar de nombre, y en lo complejo y enrevesado que puede llegar a ser ese proceso para las personas transgénero. Porque no hay que olvidar que ya no estamos solo ante la dialéctica de la igualdad entre hombres y mujeres. Es que ahora se hace necesario ampliar el abanico para abarcar a todos los géneros: hombres, mujeres, colectivo LGTB y personas transgénero. Que hay que empezar a pensar en términos de personas libres e iguales. De aquello que ya se consagró en la Constitución Española de que nadie puede ser discriminado por razón de su religión, raza, sexo u opinión.

Si seguimos pensando, nos vienen a la cabeza cosas como la discriminación salarial, los techos de cristal, la dificultad de conciliar vida laboral con vida familiar y personal. Y muchos temas más que poco o nada tienen que ver con la paridad en materia de semáforos.

Yo soy mujer y no me siento ni representada por una muñequita con falda en un semáforo, ni me siento discriminada porque el muñequito no lleve falda. Me duelen otras cosas.

Me duele que se mantengan diariamente cientos de micromachismos y que los perpetuemos sin apenas darnos cuenta, que se toleren e incluso se tomen a chanza, porque se dan en contextos jocosos. Me duele que algo bueno tenga que ser “cojonudo” y algo malo un “coñazo”. Me duele que “maricón” sea un insulto. Me duele que los niños estén absorbiendo este lenguaje y lo repitan por aprendizaje y modelado. Me duele que no se oriente ni se eduque en valores igualitarios para que los adultos del mañana no cometan nuestros mismos errores. Me duelen las muertas y muertos por violencia de género, sea del género que sea.

La evolución social ha conllevado que se produzca una destronización del rol masculino. Los viejos arquetipos ya no sirven para una sociedad plural, global y globalizada que no puede permitirse el lujo de prescindir de nadie. Necesitamos personas 2.0, personas capaces de normalizar este cambio social y ver más allá de etiquetas y prejuicios. Porque al final y en esencia todos somos personas. Sólo somos personas. Personas únicas, libres e iguales.

Artículo publicado en la revista digital Los Ojos de Hipatia