LA CRIANZA CON AMOR

07.07.2016 12:35

Criar a un niño es una cuestión laboriosa. No es difícil pero sí que para los adultos nos exige una serie de actitudes que a veces no es fácil de mantener en el tiempo.

Os presento en este artículo, 4 claves para que los niños se desarrollen de forma adecuada, y para que cuando sean adultos sean adultos seguros, con buena autoestima y adaptativos.

1.- NORMAS, la primera clave que es necesaria para la crianza es que existan normas que den coherencia al mundo del niño. Pensar que el mundo de un niño, es un mundo pequeño que se va ensanchando a medida que crece, y que a los niños les da mucha seguridad los entornos estables y coherentes. Partiendo de esta premisa es importante que existan normas que regularicen el entorno de los niños. Las normas que mejor se aceptan por los niños, son aquellas que el adulto modela, es decir, lo que el adulto hace y el niño ve, es lo que el niño va a hacer. Por lo tanto, no hace falta que pongamos las normas por escrito como si de un cuartel militar se tratara, sino que le enseñemos a los niños las normas a base de que el propio adulto cumpla las normas que él mismo impone. Con esto conseguimos que el niño aprenda mejor puesto que hay coherencia en su entorno, y sobre todo que aprenda a predecir qué va a ocurrir tanto si cumple las normas como si no las cumple. Va a poder aprender a anticipar consecuencias antes de que éstas ocurran. Esta habilidad es muy útil para nuestra vida de adultos ya que nos ayuda en muchos aspectos, por ejemplo, sé que si falto al trabajo de forma repetida y sin justificación pueden despedirme, sin tener que probar a hacerlo para conocer la consecuencia. La habilidad de poder anticipar, de poder predecir a los niños les aporta mucha estabilidad cognitiva y emocional.

2.- LIMITES, la segunda clave de una buena crianza es saber poner límites. En concreto saber decir que “NO”, pero también tenemos que tener en cuenta que no todas las formas de decir que “no” son apropiadas ni van a generar los mismos efectos. Los niños son pequeños, pero como los adultos necesitan ciertas explicaciones para comprender las cosas y generar una articulación del mundo correcta. A un niño no se le debe decir “no, porque no”, o “no porque lo digo yo”. Esto para un niño carece de sentido. Cuando le decimos que “no” a un niño tenemos que explicarle el por qué de ese “no”, y hacerlo con paciencia, en un lenguaje que pueda comprender y con mucho amor. Muchas veces se nos olvida que los niños son niños, y los tratamos como si fueran mucho más mayores de lo que son. Otras veces los padres y madres pierden la paciencia de forma rápida porque en otras facetas de su vida han acumulado stress y eso les facilita entrar en ansiedad de forma casi automática cuando el niño no hace lo que el adulto cree, espera, o exige que el niño haga. Insisto en que tanto el modelado de normas como la imposición de límites se tienen que hacer con amor, con calma, con respeto. Porque aunque el niño sea pequeño también es persona. Y cuando marcamos límites también esto forma parte del modelado, y tal cual expresemos estos límites, el niño lo reproducirá cuando sea adulto. Si los adultos acostumbran al niño al “no porque no”, cuando sea adolescente y no quiera obedecer alguna instrucción, es muy probable que argumente “no porque no”, ya que lo aprendió de pequeño y para él esa es la forma de imponer una negativa.

3.- SEGURIDAD, la tercera clave es muy importante para la crianza con apego seguro. Los niños deben sentirse seguros con sus figuras de referencia (mamá, papá, tía, tío, abuela….) es decir, que, como hemos apuntado antes, puedan predecir las conductas de tales figuras, y de otra parte que sientan que junto a estas figuras están bien, no les va a suceder nada malo. ¿Cómo se consigue esto? Compartiendo el mundo de los niños, jugando con ellos, escuchándoles, pidiendo que opinen sobre las cosas (lógicamente conforme a su nivel de desarrollo), pero es que preguntarle a un niño “¿qué zapatos se pone la mamá, A o B? ¿cuál te gusta más?”, hace que el niño se sienta importante en el proceso de toma de decisiones, y a la vez le fomentamos que tengan opinión, cosa que de adultos también les va a venir muy bien. Compartir el mundo del niño es pasar tiempo con él, mirarle cuando nos habla, mostrar interés por las cosas que le suceden, y todo ello de forma sincera e interesada. Como ya hemos dicho, el mundo del niño es pequeño y se va ensanchando a medida que crece. Si los adultos tomamos interés por el mundo del niño cuando ese mundo es pequeñito, cuando sea más grande el propio niño (ya adolescente) se sentirá cómodo compartiendo sus preocupaciones, sus pensamientos, etc, con los adultos, y ahí les podremos ser de gran ayuda.

4.- AMOR, la cuarta clave, tiene que impregnar todo el proceso de crianza. Cuando marcamos normas y límites y cuando ofrecemos seguridad todo tiene que ser hecho con mucho amor. Los niños necesitan más amor y menos expectativas. No pongamos a los niños exigencias demenciales que solo les provoca stress y bloqueo, y tratémosles con cariño. Esto no significa hacerlos mimados ni consentidos, sino hacerles sentir que son queridos y respetados. Me gustaría lanzar una pregunta a nuestros lectores: ¿cuántas veces les habéis dicho a vuestros hijos, o sobrinos, o nietos, que los queréis?. Y ahora os invito a reflexionar sobre vuestra respuesta. Si no le digo a un niño que le quiero ¿cómo tengo que esperar que lo sepa? Demostrar cariño a los niños y estaréis criando niños felices y seguros.

 

A modo de conclusión, pensemos que los adultos tenemos la responsabilidad de velar por los niños que serán los adultos de mañana, cuanto mejor gestionemos la pauta de crianza, obtendremos adultos más adaptativos, más equilibrados. Y siempre va a ser más fácil criar niños fuertes que arreglar adultos rotos.

Artículo publicado en el nº 4 de la revista Los ojos de Hipatia