Carta abierta a Donald Trump

16.11.2016 11:39

Sr. Trump:

Ya lo ha conseguido. Contra todo pronóstico, lo ha hecho, ya es Presidente de los Estados Unidos. Una parte de usted debe estar enardecida, borracha de éxito, desmesurada. Y cuando digo una parte de usted, digo bien, porque me estoy refiriendo a su ego, que ahora mismo debe ser gigantesco, y debe sentirse muy satisfecho. Porque ya lo ha conseguido. Es usted el rey del mundo. Porque de eso se trata todo este delirio ¿verdad?. Usted lo tenía todo, o mejor dicho, casi todo: es usted supermillonario, un superempresario de éxito, pero eso no es suficiente, nunca lo es. Después de crear su imperio empresarial hotelero, su ego seguía insatisfecho, y en una manifiesta demostración de su evidente misoginia compró el concurso de Miss Universo (algo repugnante, permítame el apunte, ya que ese concurso cosifica a la mujer y degrada su imagen). Y siguió sin ser suficiente. Entonces se introdujo más y más en el showbusiness, y cuando creyó estar en el zénit de su carrera empresarial, encarnando el sueño americano, se dio cuenta de que le faltaba algo: le faltaba ser presidente de los Estados Unidos, o dicho de otra forma el rey del mundo. Y ya lo ha conseguido. Ha conseguido su objetivo delirante de ser quien lo tiene todo, sin importarle las consecuencias. Como verá repito la palabra “delirante”, y es que lo suyo tiene nombre, Sr.  Trump y se llama Delirio de grandeza. Y su delirio lo convierte a usted en una bomba de relojería de dimensiones impensables.

Porque al fin y al cabo su carrera presidencial no ha sido más que el capricho de un rico. Porque si analizamos su perfil vemos que no tiene nada a su favor para ser el hombre más poderoso del mundo. Usted sabrá mucho de negocios, eso no lo dudamos, pero no tiene preparación política, ni ha desempeñado ningún cargo público. Y una empresa no es igual que el país más poderoso e influyente del mundo y no se puede gestionar igual. Y en el fondo usted, no es más que un vendemotos y eso es lo que ha demostrado durante su campaña electoral.

En campaña usted le ha dado al pueblo circo y les ha prometido pan (como en el Imperio Romano) y así ha podido atraer el voto de personas de entornos empobrecidos, con poco acceso a la cultura y con un sentido crítico  más  que dudoso. Y es que circo ha ofrecido usted de sobra, ahora, que ofrezca el pan prometido, eso está por ver. Porque para estas personas que le han honrado con su confianza en forma de voto, usted representa el “cambio”, lo que ocurre es que no son conscientes de que el “cambio” también puede ir a peor, y viendo sus promesas electorales, se les podría aplicar aquello de “virgencita que me quede como estoy”. Porque cuando usted, promete en campaña bajar los impuestos a las grandes fortunas y a las grandes empresas (que por otro lado, son las que pueden pagar impuestos sin que su economía se descalabre, que yo no digo que los asfixie, oiga, pero al césar lo que es del césar), no está calibrando que Estados Unidos no es la aldea de mi abuelo que se apaña con cuatro perras, su país, señor mío, tiene mucho gasto y de algún sitio habrá que sacar el dinero. Y si los ricos pagan menos, imagínese de dónde va a tener que sacar la diferencia, pues sí, Sr. Trump, la va a tener que sacar apretando a la emergente clase media y a las clases bajas, que se van a ver más empobrecidas de lo que estaban antes de su Administración. Y es que aunque usted esté prometiendo pan, créame, no va a atar los perros con longanizas. Y menos con medidas disparatadas que convencen y es lo que determinados nichos de población quiere oír pero que pierden de vista la realidad.

Usted, en su campaña de vendemotos, se ha presentado como valedor de las clases más necesitadas, pero cuando su señora esposa va a votar con un abriguito francés de más de 12.000 dólares, qué quiere que le diga, que no cuela. Y aún cuela menos cuando una de sus propuestas va en la línea de anular la reforma sanitaria del Presidente Obama. Si usted hace semejante barbaridad, va a dejar a 20 millones de personas sin cobertura médica. 20 millones de personas sin derecho a la salud. 20 millones de personas que, le aseguro, no tienen su fortuna para poder pagarse un buen seguro médico. 20 millones de personas son cifras de genocidio. Acabar con su cobertura médica tendría que estar estipulado como delito de lesa humanidad. ¿Y usted es el valedor de las clases más necesitadas? Usted está haciendo un chiste de la necesidad ajena.

Después de su “victoria” electoral han llegado los análisis, en un intento de explicar lo inexplicable. Y lo que me ha llamado la atención es el perfil de la mayoría de sus votantes: hombres, blancos, mayores de 45 años, sin estudios universitarios y de religión evangélica. Que Dios nos pille confesados: parece que los que le apoyan van en la línea del Ku Klux Klan y de los radicalismos religiosos. Orgulloso tendrá que estar de las personas que se identifican con usted.

Y es que usted es un pistolero, de los de primero dispara y luego pregunta. Usted llegó a decir que si iba por la quinta avenida disparando a la gente, aún así le votarían. No andaba desencaminado, porque ha obtenido el voto de otros pistoleros como usted. Y miedo me da la vida que a las minorías étnicas les espera a partir de ahora. Porque si hasta hace poco nos hemos escandalizado con la muerte de ciudadanos negros a manos de la policía, en ocasiones sin mediar ni un buenos días, cuando usted gobierne esto va a ser la veda abierta.

De verdad espero que no cumpla ninguna de sus promesas electorales. Si lo hace así nadie se lo tendrá en cuenta, se lo aseguro. Y espero que  las personas de las que se rodee tengan más formación política, mejores ideas, y mejor talante que usted, porque si no va a sumir a su país y por extensión al mundo en una debacle sin precedentes.

Déjese de muros con México, de medidas proteccionistas al libre comercio y zarandajas de éste o similar calibre, y dese cuenta de que no van con el sino de los tiempos. Que no hace falta retroceder sino avanzar. Y ya que su descomunal ego ya debe estar muy saciado, deje los delirios de grandeza a un lado e instálese en la responsabilidad que le corresponde.

24 horas después de su elección nos hemos desayunado con protestas en las principales ciudades de su país bajo el lema: NOT MY PRESIDENT. Hablamos de miles de personas que no se sienten representadas por usted. Y si usted tuviera un poco de vergüenza torera ante semejante reacción de su pueblo, debería dimitir, que aquí en España por menos hemos repetido las elecciones. Pero como vergüenza creo que usted tiene muy poca, solo confío en las personas que le van a rodear: que tengan más visión que usted, porque si no vamos apañados.

Me despido ya Sr. Trump, no sin antes encomendarme a todos los santos, y esperando que haya diferencia sustancial entre el Trump candidato y el Trump presidente, le deseo que sea capaz de responsabilizarse y de estar a la altura, y al resto del mundo que Dios nos ampare.

Artículo publicado en la revista digital Los Ojos de Hipatia